Desde que era niña el Día del Libro -Sant Jordi- era especial en casa, primero como gran lectora y segundo, como hija de catalán. Costumbre que le ido pegando a David y así, cada año, vamos a una librería y nos regalamos un libro el uno al otro por ese día tan especial.
Este año como hace varios, fuimos a Taiga y el libro que os siento según leí la sinopsis no iba a ser fácil de leer porque lo que narra es atroz, pero era como un imán, necesitaba leérmelo.
La llamada, un retrato de Leila Guerrero me lo terminé a primeros de mayo pero es que este año no me está dando tiempo a compartir todos los libros que pasan por mis manos.
Un libro duro, bestial, largo que te hace ver las mil y una caras de una Dictadura militar que trajo dolor, lágrimas, sangre, muerte y muchas víctimas que sobrevivieron al horror de Videla en Argentina.
"A finales de los sesenta, con 13 años, la Argentina Silvia Labaury era una adolescente tímida, lectora, amante de los animales, entusiasta de John F. Kennedy, hija de una familia de militares que incluía a su padre, miembro de la Fuerza Aérea y piloto civil. A esa edad ingresó en el Colegio Nacional Buenos Aires, una institución pública de gran prestigio, donde entró en contacto con agrupaciones estudiantiles de izquierda y se transformó en una militante aguerrida. En marzo de 1976 se produjo en la Argentina un golpe de Estado que dio comienzo a una dictadura militar. Para entonces, embarazada de cinco meses y con 20 años, Labayru integraba el sector de Inteligencia de la Organización Montoneros, un grupo armado de extracción peronista.
El 29 de diciembre de 1976 fu secuestrada por militares y trasladada a la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, donde funcionaba un centro de detención clandestina en el cual se torturó y asesinó a miles de personas. Allí tuvo a su hija que, una semana más tarde, fue entregada a los abuelos paternos. En la ESMA, Labayru fue torturada, obligada a realizar trabajo esclavo, violada, reiteradamente por un oficial y forzada a representar el papel de hermana de Alfredo Astiz, un miembro de la Armada que se había infiltrado en la organización Madres de Plaza de Mayo, un operativo que terminó con tres madres y dos monjas francesas desaparecidas. La liberaron en junio de 1978 y en el avión rumbo a Madrid, junto a su hijo de un año y medio, pensó: se acabó el infierno. Pero el infierno no había terminado. Los argentinos en el exilio la repudiaron, acusándola de traidora a raíz de la desaparición de las Madres. Abominaba por quienes habían sido sus compañeros de militancia, arropada por unos pocos amigos fieles exiliados en Europa hizo una vida. Hasta que en 2018 la contacto desde Buenos Aires un hombre que había sido su pareja en los años setenta y, en una secuencia en la que se funden manipulaciones familiares que torcieron el destino, comenzó a urdirse una historia que continúo hasta hoy.
La periodista Leila Guerrero comenzó a entrevistarla en 2021, mientras se esperaba la sentencia del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas durante la dictadura, en el que Labayru era denunciante. A lo largo de casi dos años, habló con sus amigas, sus ex parejas, su pareja actual, sus hijos, sus compañeros de cautiverio y militancia,. El resultado es el retrato de una mujer con una historia compleja en la que se amalgaman el amor, el sexo, la violencia, el humor, los hijos, los padres, la infidelidad, la política, los amigos, las mudanzas y en la que sobrevuela una llamada telefónica que, realizaba desde la ESMA el 14 de marzo de 1977, le salvó la vida".
Que manía tenemos la gente de juzgar cuando no hemos vivido en esos zapatos...
Que manía tenemos la gente de dar una opinión cuando no hemos estado en las carnes que criticamos...
Que manía tenemos la gente de hablar sin saber...
Este relato hecho con paciencia y silencio, es una recopilación de testimonios en torno a la figura de una superviviente.
Si tenéis la oportunidad, ponerlo en vuestras manos y leerlo.
¿Nos vemos mañana?
:) :) :) :) :)
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