Esa cara y cuerpo que manifiestan la felicidad que viví hace un mes cuando fui con mi chico a ver al hombre que ha puesto, pone y seguirá poniendo banda sonora a mi vida, Alejandro Sanz.
Un concierto que no estaba preparado, porque me compré las entradas dos semanas antes pasando algo de miedo, porque un finde antes estaba encerrada en casa con Covid, y solo pensaba: por favor quiero ir a ver a Alejandro. Un Alejandro que ha marcado muchas primeras veces en mi vida.
- Mi primer karaoke fue cantando Viviendo deprisa.
- Mi primer gran concierto fue viéndole en el Parque de Atracciones de Madrid.
- Con el primer sueldo de mi vida de cajera en Ahorramas, me compre su disco.
Muchas primeras veces siempre al son del maestro, que ha puesto, pone y seguirá poniendo banda sonora a mi vida.
Ese sábado estaba matada, porque había trabajado todo el día en Madrid Río con los y las niñas, pero nada como tener el concierto en mente, llegué a casa, me duche, me puse el lazo rojo a juego con el morro, un body negro ajustadito y para el Wanda, que además me pilla muy cerquita de mi casa.
La mejor palabra que describe esas horas previas fue felicidad, porque después de muchísimo tiempo, había podido permitirme pagar las entradas para un concierto y ese era el de Sanz. Un chute de energía para mi autoestima.
Un concierto del que también debo admitir que tuvo un sonido penoso, pero nada quitaba esa ilusión y esas ganas de la niña que un día fui y le pidió prestados los prismáticos a la señora de al lado en el Parque para verle de cerca.
Sanz tiene canciones que son historia de la música, pero este post de hoy, lo quiero despedir con una de las de mi vida...
Por muchos conciertos, por mucha vida, por música, por mucho Sanz.
Esta noche os veo con la segunda peli de zombies que quería compartir con vosotros y vosotras ayer, pero el cansancio me venció :P
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