El 16 de agosto de 1936 en casa de la familia Rosales fue detenido el mayor exponente de nuestras letras, el autor más traducido y representado, Federico García Lorca. Después de muchos años se consiguió saber que fue asesinado en el camino a Viznar la madrugada del 18 de agosto y con este asesinato se dio muerte a la inteligencia, a la cordura, a la cultura, a la paz, al respeto, a los derechos humanos.
Asesinaron su cuerpo pero jamás mataron su talento, su cultura, su forma de ver el mundo y dar espacio a las mujeres, de retratar el amor y el dolor, su trabajo de llevar el arte y la cultura junto con La Barraca a cualquier rincón porque ese es el gran peligro de un pueblo culto, que es difícil de manipular. Y eso molestaba mucho, molestaba tanto que le mataron.
Hace unos años la Cadena Ser hizo publico un documento en el que se decía que le habían matado por rojo, masón y maricón. Esto último para esos machos que presumían de su hombría debía ser complicado, porque no entendían lo que era el respeto a los sentimientos y emociones de otros. Le asesinaron porque era un hombre molesto que le toco vivir unos tiempos difíciles en el lugar equivocado. Porque cabe recordar que la represión en Granada por parte de los golpistas fue atroz.
En uno de los mejores episodios de El Ministerio del Tiempo se da voz al poeta, viaja a Granada, donde, Camarón de la Isla canta su Leyenda del tiempo. Federico con la boca abierta y dice: entonces, he ganado yo.
Y por supuesto que ganó, porque:
- ganó la cultura,
- ganó el arte,
- ganó la literatura,
- ganó el hombre,
- ganó el hijo,
- ganó el no dejar de olvidar ni nombrar.
A Federico le asesinaron de la forma más cruel y tantos años después su cuerpo no ha sido recuperado siendo uno de las personas referentes de eso que muchos y muchas consideramos imprescindible como es la memoria histórica y el devolver a las familias los cuerpos de sus familiares asesinados, porque solos ellos y ellas pueden decidir donde descansan los restos de sus seres queridos. Justicia y reparación.
Siempre me emocionó cuando lo leo, cuando veo una de sus obras, cuando pongo en mis manos estudios sobre su persona, figura, obra y asesinato -dentro de poco os sentaré el que he tenido entre las manos en la playa-. Me emociona recordar como mi madre me leía sus versos cuando era pequeña y estaba en el hospital, me emociona el emocionarme cada vez que leo La casa de Bernarda Alba y leo ese Silencio que todo lo rompe. Me emociona pensar que dentro de unos meses haré un viaje siguiendo sus pasos.
Así que desde el respeto a su persona y figura y tratando dentro de mis medios jamás olvidarle, me despido en este funesto día donde recordamos que hace 87 años el franquismo le asesino con unos de sus poemas, que considero muy parte de mí:
Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
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