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sábado, 13 de marzo de 2021

Un año

Un año de aquel último viaje al trabajo por la mañana en coche.
Un año de la situación de estrés y nervios más grande que había pasado en esos ya vividos 35.
Un año de la última vez que vi a mis compañeras y chocamos los pies para lo que en principio iban a ser 15 días, aunque todas presentíamos que iba a ser más largo, aunque no tanto ni tan doloroso.
Un año de la última vez que trabajé físicamente en el centro.
Un año de ese último viaje en metro.
Un año de esa tremenda alergia de manos que me dieron los guantes con polvos de talco.
Un año de ese llanto desconsolado cuando entré por la puerta de mi casa y pensé "estoy a salvo, estoy en casa".
Un año de que se me rompió aquella maleta llena de trabajo que nunca se ha acabó.
Un año de ese no abrazo con mi madre cuando se fue a trabajar por la tarde, un no abrazo que ha durado muchísimo.
Un año de aquella noche que mi madre volvió con una tos horrenda y algunas décimas de fiebre.

Parece mentira pero ha pasado un año de aquel 13 de marzo de 2020 cuando volví a casa y oí por la radio que al día siguiente era muy seguro que nos mandaran a un Estado de alarma y una palabra que jamás imaginé que fuera tan pronunciada en los siguientes meses: confinamiento.

Recordar ese pasado 13 de marzo, un año después me causa todavía angustia por los nervios vividos y por ese precipicio en el que comenzó a caer mi vida familiar, laboral y social.

Familiar, porque es un año sin casi ver salvo en la distancia a mi familia, a la que echo de menos pero que con el paso de los meses he asumido que no hay mayor amor que renunciar a ver a aquellos y aquellas que quieres por salvaguardar su salud.

Laboral, porque yo volví a mi casa con una maleta llena de trabajo y un papel firmado comprometiéndome a teletrabajar. Pero días después todo salto por los aires cuando la empresa para la que trabajaba -o trabajo, porque no se como referirme a mi situación-  decidió acogerse a un ERTE. A día de hoy todavía me sorprendo de cuál fue mi sorpresa cuando siempre tanto desde la Sede como la que era la antigua Dirección no se nos ha valorado, sino que hemos sido tratadas como piezas de un juego en donde ahorrarse dos duros -porque eso es la miseria que cobrábamos- ha sido más importante que, primero las trabajadoras y segundo los usuarios y usuarias a las que se dejo tiradas con el silencio como respuesta y sin explicaciones. Me ha costado muchas lágrimas e insomnio, pero a día de hoy se que nada de eso es mi responsabilidad y haya cada uno o una con sus conciencias. La mía y la de mis compañeras siempre ha estado muy limpia.

Mis compañeras, que son una familia laboral, a la que echo de menos muchísimo, pero no todo iba a ser malo en ese año y una nueva vida nos llegó a regalarnos sorpresas, sonrisas y pellizcos en el corazón a través de las pantallas y antes de que acabé este 2021 otra vida irrumpirá en nosotras. No se hasta cuanto se tratará de alargar este chicle, aunque sinceramente no creo que volvamos a trabajar porque algo se inventarán, pero ni el trato, ni las formas ni el total abandono se justifica con una ONG que dice poner delante la vida de las personas.

Y en lo social, porque son muchos meses sin ver a mi familia de amigas, han sido muy pocas veces las que nos hemos visto, respetando todas las medidas de seguridad por supuesto... pero este camino se hace muy largo.

Se está haciendo muy largo porque el sentimiento de inutilidad me persigue, se que no es mi decisión ni mi responsabilidad volver a trabajar, pero después de tanto tiempo muchas son las cosas que me rondan la cabeza y casi ninguna de ellas resulta ser muy buena:

¿Seré buena en mi trabajo si es que vuelvo?
¿Volveré a mi trabajo?
¿Seré capaz de encontrar otro en el mundo de los social que tan golpeado es siempre por las Instituciones Públicas?

He notado como este año mi humor ha ido en una montaña rusa donde los altos siento que toco el cielo pero cuando bajo, el subsuelo es una capa superior a donde yo me encuentro. La tristeza, el mal humor y la inseguridad se han vuelto mis compañeras. 

Quien me conoce sabe que no me gusta estar sin hacer nada, por lo que todo este año lo ando dedicando a estudiar mucho porque así huyendo del dar vueltas a la cabeza, siento que esta se va a dañar menos.  Por desgracia nada más ajeno a la realidad, y yo he decidido asumir mis fantasmas de frente. Si necesitó o me sale estar enfadada me enfado, pero sin olvidarme que los que viven conmigo no tiene porque pagar esa frustración constante que me ronda. Muchos y diversos cursos han pasado por mis ojos, y aunque se que me enriquecen, muchas veces en el fondo pienso ¿Para qué?

En esos momento recuerdo la niña que fui, a la que dieron un año de vida y el próximo 17 de abril cumplirá 37 años, y me digo: "Venga coño, que de peores has salido". Saldré, pero el camino transitado esta siendo tremendo.

En este año estoy viviendo como mi triste compañero el insomnio, me ha hecho pasar verdaderas torturas, gracias a productos naturales, relajaciones y meditación, tratar de cambiar los hábitos de sueño, cursos en horario obligatorio de mañana, y así el sueño poco a poco está volviendo y, si os soy sincera, me lo noto en el ánimo.

Ha sido y está siendo un año muy complicado dentro de casa con los problemas de salud de mi madre, los cuáles no los estoy sabiendo gestionar a nivel emocional como debiera, me es muy duro ver según que cosas y como esa fortaleza que siempre ha caracterizado a mi madre en estos momentos no sale. Pero pese a todo ahí vamos, poco a poco, paso a paso y tratando de canalizar todo ese mal humor que me sale como un volcán sobre todo con ella.

Muchas y muchas pensaréis el porque de este post, pero soy de las que piensan que cuando escribes o hablas de los problemas, los sacas del pecho, no los percibes tan grandes. Un psicólogo hace unos años cuando me estaba tratando la depresión me decía que si escribía todo aquello que me pasaba por la cabeza o me dañaba, cuando lo leyera, vería como la carga que sentía iba a ser menor. Por lo que con este post, pretendo liberarme de esta carga que es demasiado pesada y agradezco a mi chico compartirla conmigo y que me haga ver que no es un problema que únicamente esté pasando yo, porque somos muchos y muchas los que hemos visto como nuestras vidas han saltado por los aires sin poder impedirlo, no está en nuestras manos.

Cuando hablo con mi chico, con David, de mi angustia, de mi tristeza, de mi mal humor y a ratos desesperación me dice ¿Puedes hacer algo para remediar no trabajar? No. 
¿Esta en tu mano el deterioro de la retina de tu madre? No.
¿Es tu responsabilidad o culpa que estemos viviendo una pandemia a nivel global? No.
A él siempre le caracteriza algo que yo valoro y admiro mucho de él, y es la sabiduría de la vida, el conocerme con todo -bueno, malo y supermalo- y aún así seguir queriéndome y acompañarnos en este año tan duro en lo que lo que no nos ha faltado ningún día ha sido el amor, la confianza y el cariño. Hay mucha gente que no tiene la suerte de vivir el amor, nosotros no sabemos cuanto durara -y este año van 14 juntos- y lo que tenemos seguro, es que el tiempo que sea y como sea, lo viviremos juntos.

Hoy 13 de marzo muchos recuerdos de aquel pasado me han ido viniendo a la cabeza, pero sea lo que sea lo que esté por venir, lo viviré con la suerte que da abrir los ojos cada día y respirar, porque si algo espero que estemos aprendiendo es, que lo más valioso que tenemos, es la vida. Y hoy he disfrutado de esa vida, mi vida, en un parque como la Natalia que disfrutaba de pasar un día al aire libre, en compañía de mi chico y mi mejor amiga -mi familia- disfrutando del aire en la cara y una cerveza fresca con limón.

Muchos besos rinconeros y rinconeras y os quiero dedicar esta canción de Rozalen con todo mi cariño, una canción que por siempre pasara a la historia de nuestras vidas porque habla de ella, y todos o todas. A los que quiero y me queréis, sigo guardando los besos y los abrazos en un cajón porque ni esta pandemia nos quitara que un día -cuando sea, da igual, podamos volver a dárnoslos.



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