Antes de comentaros la obra de teatro que siento en esta tarde noche madrileña, debo deciros que al igual que me sucedió con Chéjov, llevaba más de 10 años sin leerme a Tía Julia de August Strindberg. No recuerdo lo que me pareció aquella primera vez que la leí, pero yo no soy la misma que aquellos años, he cambiado por lo que encontrarme ante una obra en la que la mujer es tratada como una porquería, ha sido complicada de leer.
Strindberg era un señor que llevó sus problemas o traumas con las mujeres a sus obras, mostrándonos como cualquieras, quitándonos la humanidad y dejándonos en manos de hombres que su único propósito es llevarnos a la cama. Puede que esto último, en algunos casos sea así, pero sinceramente yo no pienso que todos los hombres sean iguales, al igual que todas las mujeres no somos iguales.
Pero bueno me centró en Tía Julia.
Una obra que lleva a las últimas consecuencias el enfrentamiento de caracteres y la despiadada crueldad que presiden las relaciones humanas, elementos presentes siempre en su teatro. Este intenso drama naturalista, en el que, mediante una reducción temporal y espacial y una admirable economía de recursos expresivos, se desarrolla el conflicto entre una aristócrata y su criado, convierte a Strindberg, como advierte Eugene O´Neill, en el precursor de cualquier forma de modernidad en nuestro teatro presente.
Nos encontramos ante una obra corta, con solo tres personajes, unos diálogos que a priori pueden no ser muy intensos pero que muestran como estaba concebida la sociedad de la época, en que status estaban los hombres y en cuáles estabámos las mujeres.
Poco os puedo decir sin destriparla, pero a pesar de que no me ha gustado nada, os recomiendo que le leáis, habéis si opináis lo mismo que yo.
Muchos besos rinconeros y rinconeras y ahora sí que sí, hasta mañana :) :) :) :) :)
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