Los gustos y la economía en bastantes ocasiones no van de la mano para mi, por eso la película que siento hoy en este rincón no la he podido ver hasta que el pasado 22 de febrero llegó a Netflix.
Admiro profundamente el trabajo de Mario Casas, un actor muy versátil que lo mismo nos puede hacer reír con su torero en Mi gran noche, que transitar sobre el campo de concentración de Mauthausen en la película El fotógrafo de Mauthausen
Con la ayuda de un grupo de prisioneros españoles que lideran la organización clandestina del campo de concentración de Mauthausen, Francesc Boix, un preso de trabajo en el laboratorio fotográfico, arriesga su vida al planear la evasión de unos negativos que demostrarán al mundo las atrocidades cometidas por los nazis.
Miles de imágenes que muestran desde dentro toda la crueldad de un sistema perverso. Las fotografías que lograron salvar a Boix y sus compañeros que fueron determinantes para condenar a altos cargos nazis en los juicios de Nuremberg en 1946. Boix fue el único español que acudió como testigo.
No solo es increíble el cambio radical físico de Casas, sino ese cambio redondo de la forma de afrontar a un personaje con tanto miedo como tuvo que tener Boix en la vida real, con un cuerpo totalmente acobardado pero con la fuerza que da el no tener en apariencia nada más que perder que la vida, y eso que es lo más preciado del ser humano.
Esa fragilidad de los cuerpos no van acordes con la fuerza escénica que se muestra en cada plano de esta historia dura, triste y por desgracia real.
Había leído de ella que no era una superproducción, pero cualquiera lo diría viendo el resultado.
Vamos a ver tampoco es la mejor película que he visto en mi vida, pero me parece un gran testimonio gráfico de todos aquellos y aquellas españolas que padecieron en esos campos de concentración, con el silencio cómplice de Franco, que estaba totalmente de acuerdo con "la cómoda" estancia de aquellos republicanos y republicanas en esas paredes y otras tantas.
Una cinta que provoca ternura, desasosiego e impotencia gracias a la mano de la directora Mar Taragona, que con mano firme y con unos planos contrastados entre la grandiosidad y la pequeñez va narrando esta historia en donde a pesar de todo, la luz no deja de desaparecer.
Poco reconocimiento ha recibido en la época de premios salvo en los Gaudí, lo que es una pena, porque la película merecía un hueco y sobre todo ese cuerpo encorvado de un Mario Casas que ha llegado a un momento dulce de su carrera donde con entrega, pasión y tesón va enfrentándose a personajes que le hacen crecer, y hacen de él, uno de los actores más taquilleros de nuestro país.
¿La habéis visto? ¿Os la recomendaría? Por supuesto es un testimonio imprescindible para la memoria que no debemos perder ni dejar que nos arrebaten aquellos y aquellas que maquillan la historia negra de esta España nuestra. Eso sí de verla, por favor a través de Netflix o en www.filmin.es
No me quiero olvidar de mi admirado Alain Hdez. que hace de un personaje pequeño alguien muy necesario para tejer la cinta.
Si la veis comentadme que os ha parecido ¿eh?
Muchos besos y mañana nos vemos con teatro :) :) :) :) :)
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