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lunes, 20 de septiembre de 2021

SILENCIO he dicho: La casa de Bernarda Alba

No he contado las veces que me he leído esta primera obra de teatro que os siento este lunes de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba, lo que si puedo deciros es que no volverá a ser la última, porque es hipnótica, claustrofóbica, angustiosa, enlutada... una obra de arte de las letras castellanas.

Fue la última obra de teatro que Lorca dejo terminada, pero nunca llegó a verla representada, porque como sabéis los fascistas decidieron asesinarlo la madrugada del 18 de agosto de 1933. El poeta nunca comentó nada sobre ella, por lo que es una de sus piezas más enigmáticas teatrales. 

He leído en alguna que otra reseña por internet sobre la obra que su lectura ha estado sesgada por interpretaciones de corte político que diluyen lo que en Lorca no es más que un mero marco y postergan el problema de la condición humana, esencial en el poeta.

Se la puede ubicar en un tiempo y un espacio concreto, el de su escritura, estudió su relación con el teatro que se hacía entonces dentro y fuera de nuestras fronteras, con el cine y la fotografía, con las vanguardias y el surrealismo, y subraya la intención documental y realista de la obra, que se perfila así como el inicio del nuevo teatro que Lorca habría desarrollado de no haber muerto.

Una obra que está protagonizada por personas corrientes, bueno mejor dicho, mujeres corrientes de un pueblo andaluz muy marcado por las tradiciones y una sociedad machista que impide a las mujeres llevar las vidas que las gustaría, estando encerradas y haciendo volar sus bajas o altas pasiones, sus envidias, sus amores... La casa de Bernarda Alba representa el dolor cotidiano, familiar, hasta sus últimas consecuencias, con esa palabra demoledora que duele hasta lo más profundo, SILENCIO que es el inicio y el final de esta cautivadora obra.

Lorca optó por un teatro representable, con un argumento asequible y, por ello, absolutamente crítico y eficaz al enfrentar al público con su propia máscara. Y además, lo hizo con una expresión bella y precisa, poesía puramente dramática, apoyado en palabras inquietantes que trastornan el reposo del espectador.

Todo en esta claustrofóbica obra engancha:

- Esa casa con muros altos y gordos;

- Esa Poncia de lengua afilada, que odia profundamente a Bernarda pero que sigue a rajatabla las normas de la época para con las mujeres.

- Bernarda: ordeno y mandó, poco empática, que rechaza la luz pero fomenta el cotilleo, que lucha por el honor de su casa pero que disfruta con el deshonor ajeno; el personaje que toda actriz le gustaría representar.

- Las hijas, esas víctimas de las circunstancias, la época, los años, la madre, el machismo, el patriarcado.

- Pepe el Romano, presente en toda la obra pero que no cuenta con una sola palabra.

De todas las obras de teatro que he leído en mi vida, creo que os podría decir que esta es una de mis favoritas, porque me transporta y me hace sentir muy viva, muy despierta, porque aunque me la conozco, jamás deja de sorprenderme cada palabra, silencio o escena.

No voy a hacer ni la pregunta, porque por supuesto que os la recomiendo, yo he tenido la suerte de verla en teatro y en la pantalla con la peli de hace más de 30 años, pero nada comparable a su lectura.

Muchos besos rinconeros y rinconeras y os veo dentro de un rato con otra gran obra de Lorca.


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