Hace unos años Alauda Ruíz de Azúa nos conquistó a muchos y muchas con su ópera prima, Cinco lobitos, por la que cosechó bastantes reconocimientos por esa forma de hacer cine desde la tranquilidad y con la firmeza que da un buen guion contado con un reparto sólido y comprometido con la historia.
Hace unas semanas viendo una red social encontré la serie que os siento este sábado de películas en casa: Querer.
Una serie difícil de catalogar porque la autopsia que le hace al maltrato, desde el silencio que acompañan a los cuatro capítulos, en el que sin estridencias somos testigos de una historia asfixiante donde la credibilidad de un guion bien compuesto es un arma increíble para ir capítulo a capítulo introduciéndonos en la vida de una familia aparentemente "normalizada" donde la violencia y el maltrato ha estado imperando desde el primer día, durante más de 30 años.
"Tras 30 años de matrimonio y dos hijos en común, Miren abandona el domicilio conyugal y denuncia a su marido por violación continuada. Esta grave acusación obliga a los hijos a elegir entre creer a su madre o apoyar a un padre que defiende su inocencia. Un viaje familiar que avanza en paralelo al judicial con un mismo objetivo: conocer la verdad".
¿Por qué es tan brutal, buena y necesaria?
- En los tiempos que corren son cada vez más encuestas donde hay personas que dicen que la violencia de género es un mantra ideológico. Es necesario mostrar que ésta la encontramos en todos los sitios, en todos los estratos de la sociedad y que si viene marcada por algo es por el silencio y el miedo.
- Cuando las mujeres reclaman que la justicia no las cree, es brutal verlo en la serie. Cuando muchas expertas dicen que antes de denunciar hay que estar preparada y bien asesorada es una realidad atronadora y dolorosa, porque muchas se han quedado por el camino cuando sus maltratadores las han asesinado antes ni siquiera de tener la fuerza para denunciarlos.
- Como el maltratador te empequeñece y aisla, haciéndote creer a ti y al resto "que no estás bien de la cabeza".
Y aunque me cueste salir del tema, me quiero centrar en el lado artístico de una serie con tono, firmeza y unos colores grisáceos que nos hacen ver que lo que vamos a ver no es agradable:
- Nagore Aramburu.
- El reflejo del compromiso actoral con la historia y la verdad que se está contando, tanto en el caso de la víctima como del victimario al que algunos le pueden llegar a tener piedad hasta que la cebolla se va abriendo y mostrando las millones de capas debajo de ella.
- El silencio atronador que la rodea. en ningún momento escuchamos el acorde de unas notas musicales dando claustrofobia y haciéndote entrar en ella.
- El ambiente frío de las localizaciones.
- El guion. Como os decía al principio sin estridencias ni ruido con la firmeza de los hechos que van saliendo y que no se pueden esconder con un dedo.
- El camino largo que conlleva denunciar a tu agresor.
- El capítulo cinco que se centra en el juicio. Es de esos capítulos que se estudiarán en formaciones sobre la violencia machista y podremos ver y mostrar para enseñar como es el maltrato, sus consecuencias, sus caminos, sus silencios...
- Ir viendo como van cambiando algunos de los perfiles con el paso de los minutos y como esos cambios los vemos en sus cuerpos en tensión y caras serias y encerradas.
- La forma de contar la historia de Ruíz de Azúa, realizando una autopsia leal a la violencia de género.
No se si la habéis visto, pero si tenéis Movistar Plus, buscarla y darle al PLAY. Nosotros en casa la vimos en una tarde de otitis y malestar.
Un beso muy fuerte y desde este rincón solo mostrar mi respeto a todas las mujeres que trabajan desde los márgenes y los silencios para ayudar a otras a salir de sus infiernos.
Un beso muy fuerte y espero veros mañana en un domingo que se avecina casero porque he empezado el año con las energías justas para levantarme de la cama :) :) :) :) :)
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