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martes, 28 de diciembre de 2021

Seis años y algunos meses después se cierra una etapa de aprendizajes, mucho amor y alguna que otra lágrima.

Antes de sentarme a escribir este post en que quiero compartir con vosotros y vosotras una parte de mi vida muy importante, debería ser sincera conmigo misma y admitir que decidir buscar otro trabajo no fue una decisión derivada del mosqueo del ERTE, el año y pico de nervios e incertidumbre, sino que esa decisión la tome el mismo día que la empresa para la que trabajaba hasta el día de hoy decidió despedir a mi amiga y compañera del alma sin más explicación que la maldad de la que era la directora del proyecto en el que trabajaba en Mensajeros de la Paz. Una mujer que a un trabajo y un ambiente muy bueno, le "regaló" su falta de empatía, sensibilidad, pocas habilidades para resolver conflictos, mala leche y hasta modales con las que eran sus compañeras.

Durante el ERTE que he vivido un año y medio largo, muy largo, he pasado por momentos muy tensos, donde mi cuerpo y mi cabeza no han estado como yo esperaba de esa aparente fuerza que siempre desprendo, pero el desquebrajo llegó, y, los nervios, las peleas sin motivo, el insomnio... 

A finales de julio recibí una llamada que lo cambió todo, una voz nueva y con energía muy positiva, el proyecto en el que había estado trabajando se retomaba en el mes de septiembre. Pero pocos cambios con respecto a la anterior etapa en cuanto a la empresa: ningún planteamiento de subir las horas, reconocer categorías profesionales que se nos exigen para trabajar, lo que implica el mismo salario de basura que antes del ERTE. Se le sumo que mis compañeras iban a ser mamás -por lo que estaban de baja-, mi amiga y compañera por fin encontró otro trabajo y otra compañera/amiga solo la veía cuando iba por la mañana. Por lo que la decisión que había tomado a primeros de septiembre de 2019 tomó mucha más fuerza y consistencia, me voy.

Muchos curriculums echados, muchas lágrimas de leerlo y releerlo y pensar que era una mierda -perdón por las palabras pero es la verdad- y me llega un Whatsap sorpresa de una antigua compañera y bombón: "Naty mándame tu CV que donde están buscando integradores o integradoras sociales para los centros de día infantiles". El CV se envió y tres días después recibí la llamada de que me iban a hacer una entrevista de trabajo. Una entrevista después de más cinco años es mucho tiempo, pero sabéis una cosa, que fui sin nervios, con calma y pensando que no tenía nada que perder, porque siempre me quedaba mi trabajo de siempre, de allí solo podía ir ganando algo.

Una entrevista, quizás la primera de mi vida en la que me sentí a gusto de verdad, con mis ideas claras y teniendo claro que por encima de todas las cosas aunque pueda sonar pedorro, soy una profesional en lo mío. Salí de allí contenta y con las palabras en el aire: "Cuando surja una baja larga te llamaremos".

El pasado 30 de noviembre, uno de los peores y más tristes días que he vivido -me vais a permitir que esa parcela me la guarde para mí- en el peor momento, llorando mientras subía la calle Amparo, recibí esa llamada que no me inquietaba pero si esperaba, me ofrecían un trabajo. Ese que había esperado:

- Se me reconocía profesionalmente, lo que implicaba más salario.
- Y sobre todo podía irme de mi trabajo, ese que tanto me ha hecho disfrutar, soñar y amar, pero también sufrir y llorar.

Y el último día ha llegado hoy, he firmado mi baja voluntaria y aunque el miedo a lo nuevo siempre está ahí presente -aunque trato de echarlo-, siento muchas más emociones:

- Agradecimiento, de lo vivido estos años en lo laboral y en lo personal. Años donde me he dado cuenta que quizás soy mejor de lo que creía. En donde he podido trabajar -algunas veces con más alegría que otras- con mis locos y locas bajitas y poder ir cogiendo experiencia, fuerza y confianza para poder tomar la decisión de buscar otro trabajo.

- Amor, porque soy una mujer muy afortunada me llevó mucho amor, de mis compañeras que han terminado siendo amigas; de mis locos y locas bajitas que han llenado mis tardes de muchas alegrías; de amor y respeto de las compañeras de la última etapa en la que he trabajado; y amor, de la que ha sido mi nueva directora en la última etapa. Soy de las que piensan que a la gente hay que darle el lugar que se merece y estos últimos cuatro meses con ella han sido un refuerzo para mi tocada autoestima. 

- Aprendizajes, que en muchos momentos han sido duros, porque trabajar con alguien tan desagradable y falta de escrúpulos como la antigua directora ha sido muy penoso; pero por encima de todos esos momentos muy malos, han habido muchas alegrías, muchas memorias, muchos informes, muchas horas de trabajo, que me han reforzado en esa decisión que tome hace 11 años, volver a estudiar.

- Lágrimas, de pena, de rabia, de tristeza, de amor, de emociones contenidas, de risas, de alegrías infinitas...

- Pena, porque aunque estoy feliz, sinceramente me da pena haber dejado mi trabajo porque siempre pensé que Mensajeros decidiría reconocernos profesional y salarialmente, pero ha sido imposible. Les deseo toda la suerte del mundo, pero me gustaría desde aquí mandar un mensaje: no se puede trabajar para personas que viven en riesgo de exclusión social a través de sueldos que son más que precarios y que no te dejan llevar una vida más digna. 

- Esperanza, en el nuevo futuro que me espera a 15 minutos andando de mi casa.

- Calor, de mis locos y locas bajitas, que han hecho de los últimos días un verdadero regalo. Cuando les conté que me iba no podía parar de reír, llorar, cantar y hasta bailar porque ellos y ellas me han enseñado a vivir la vida sin vergüenzas, sin prejuicios y disfrutando pese a todo. Me quedo con sus lágrimas, con sus dibujos, con sus cartas, con sus regalos, con sus risas, con sus abrazos con mascarillas, con sus besos al aire, con sus caras de sorpresa, con su alegría, con sus voces, con su cariño y sobre todo, con todo el amor que me han regalado tanto los últimos y últimas como todas las que he tenido la suerte de conocer y trabajar. Sin esta experiencia, el nuevo trabajo no habría sido posible.

- Fortuna, de haber conocido tanta gente que me ha enseñado y respetado. Comenzando por unos y unas voluntarias con las que ha sido un placer trabajar. Siguiendo por unas familias que me han regalado lo más preciado de sus vidas, el poder trabajar con sus hijos e hijas; las lágrimas y los abrazos de los últimos días se me quedan grabados a fuego en la memoria y el corazón. Y terminando por unas compañeras con las que ha sido una suerte coincidir en estos años, las de siempre, como de todas las que han pasado por ese centro de la calle Amparo de Madrid. Sin toda esa gente nada habría sido posible.


Desde el lunes de la semana que viene paso a formar parte de otra entidad, con otra gente y otra gente menuda. Y lo estoy deseando, tengo los nervios justos, pero la ilusión y las ganas vencen.

¿Qué donde me voy?


Una etapa muy importante se cierra pero otra se abre, y os puedo asegurar que soy muy feliz.

Muchos besos rinconeros y rinconeras y espero veros mañana con más rutina de blog 
:) :) :) :) :)

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