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martes, 11 de mayo de 2021

Volviendo a las aguas con cloro

Antes de ponerme a escribir, quiero dar las gracias a mi amiga Lorena, por insistirme y animarme a volver a una de mis grandes aficiones, nadar. Gracias a su insistencia, ánimos y compañía he conseguido volver a la piscina.

Para hablar de mi afición a las aguas debo bucear a mi infancia y recordar aquel primer colegio al que me apuntaron mis padres en la calle Vital Aza, que tenía entre sus asignaturas, Natación. En esos primeros años de vida, el agua me daba un terrible miedo, teniendo que ponerme manguitos y estar en la piscina que legaba a la cintura. Pero desde muy pequeña apareció mi cabezonería -que lleva conmigo tantos años como tengo- y un verano en Nerja (Málaga) decidí que había llegado el momento de aprender a nadar, y así como quien no quiere la cosa mi madre le dijo a mi padre: "Pedro ten cuidado que está se tira sin manguitos"... y vaya si lo hice, la pura supervivencia me hizo flotar y darme cuenta de que solo aprendiendo a nadar podría ser más libre. El verano que di a mis padres fue tremendo, todo el día metida en el agua nadando y nadando para cuando llegará septiembre ir a Natación como el resto de mis compañeros y compañeras.

Y septiembre llegó y recuerdo la cara de Don Pedro -mi profe de Natación- cuando le dije que ya sabía nadar. Él me enseñó a tirarme de cabeza y a perder de forma definitiva el miedo al agua.

Ese cole se acabó cuando tenía 12 años, por lo que mis experiencias en la piscina solo tenían relación con el verano, pero la afición a nadar siempre ha estado ahí. 

Pasado el año 2010 cuando llegó el diagnóstico de espondilitis anquilosante, la piscina fue una de las premisas que me propuso mi reumatólogo, y aunque iba, siempre lo tenía que hacer acompañada, porque la vergüenza vive pegada a mi piel, y me es muy difícil hacer planes yo sola.

Me gusta pasear pero me cuesta horrores hacerlo sola.

Como intuiréis por todos los post que subo, me encanta el cine, pero nunca he sido capaz de ir sola.

Cuando tengo que ir a comprar un regalo, si no lo hago en compañía, me cuesta mucho ir a hacerlo sola.

Y ya desde que comenzó la pandemia eso de ir en transporte público, en especial en el Metro me es imposible, yo que lo he cogido a diario durante gran parte de mi vida adulta, solo verlo me recuerda a aquel último viaje el día antes de que nos confinarán en casa, y un sudor frío me recorre la nuca. 

Hace unas semanas como os comenté al principio mi amiga Lorena me comentó que se iba a acercar a la piscina a ver con todo el tema del Covid, como se podía ir a nadar, y me insistió e insistió para que moviera el culo de casa y me acercará a la piscina que está a 10 minutos andando de la puerta de mi casa para descargarme la aplicación de Madrid Móvil y así poder reservar la hora para ir a nadar. Los primeros días han sido estupendos porque iba con ella. Pero hace una semana confinaron la zona de La Elipa donde ella vive, y claro tenía que ir sola.

Me puse la alarma del reloj para coger a la hora que yo quería -ahora si sois de Madrid a través de la aplicación solo puedes reservar tu espacio para recintos deportivos con al menos 72 horas de antelación, antes no- dado que con las medidas sanitarias el aforo es muy limitado, y me cogí la piscina de Pueblo Nuevo a las 16 horas. Esa primera vez me acercó mi chico en coche y ahí estaba en la puerta sudando como un pollo, muerta de vergüenza, vamos que la mañana me la había tirado en el baño con la tripa suelta de los nervios que me generaba... Pero una vez me planté todo y pregunté donde podía nadar, toda esa vergüenza se esfumó y solo nadé y nadé como si no hubiera un límite, notando como los primeros largos me ahogaba, pero mi cuerpo iba respondiendo bien y aguantaba las brazadas que iba dando.

Es increíble como el cuerpo tiene memoria y cuando algo le gusta aunque al principio le cueste, recuerda sus beneficios y responde, pero sobre todo responde la cabeza que es la que más disfruta de cada largo, de cada respiración, de cada empuje con los pies. Durante esa hora que estoy nadando no hay vergüenza, solo estoy ahí dentro del agua disfrutando de unos mis mayores hobbies. Sí, unos cuantos kilos de menos estarían muy bien, pero no lo estoy haciendo por peso, lo estoy haciendo por mí, porque por una vez no quiero que la pereza, las justificaciones y la vergüenza me coman. Quiero hacer lo que me gusta y sobre todo hacerlo sola, porque siempre he disfrutado de hacer cosas sola pero dentro del espacio de confort de mi casa, perdiéndome todo lo que hay afuera y que deseo hacer.

La pandemia en muchos aspectos de mi vida ha sido devastadora, pero en otros como encontrar tiempo para mí, un tiempo real y productivo está siendo todo un disfrute. Y volver a la piscina toda una aventura.

Siempre guiaros por lo que os gusta y disfrutar, disfrutar de la vida, porque hoy estoy aquí escribiendo este post, pero ¿Y mañana? Yo no quiero que se me queden cosas por hacer, hobbies que perfeccionar o paseo que dar por culpa de justificarme en mi vergüenza.

Si hacéis balance de este año ¿Con qué os quedáis? ¿Cuál es vuestro mayor hobbie? ¿Lo estáis pudiendo hacer durante estos tiempos?

Muchos besos rinconeros y rinconeras y os espero mañana en un día que será con algo de nervios dado que a mi madre la someten a una pequeña intervención, nada grave pero en este momento es muy importante para no perder la vista del todo  :) :) :) :) :)

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