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domingo, 13 de diciembre de 2020

Nueve meses de confinamiento físico y emocional

Hace casi un año cuando escuche la palabra más oída de este año, coronavirus, pensaba que era algo muy lejano y, por supuesto, que nunca llegaría a España, porque China está tan tan lejos...

Pero llegó el 2020 y como sabéis todos y todas en cuestión de días lo que era un caso aislado se descontroló, llevándonos a millones de personas a encerrarnos en nuestras casas.

Hoy haciendo memoria tengo muy presente ese lunes 9 de marzo, cuando cogí el metro para ir al trabajo, y al salir de éste llamé a mi chico y le dije "que raro Davi, hoy iba el metro vacío". Para los y las que vivís en Madrid y vais a trabajar en metro, sabéis que desde hace unos años coger el metro es toda una aventura, donde el espacio vital a tu alrededor, es de ¿9 cm desde tu nariz?

Cuando salí de trabajar ese lunes y de camino al coche me saltó la notificación en el móvil de la Cadena Ser que la Comunidad de Madrid suspendía toda actividad escolar hasta el 26 de marzo desde el día 11. Ahí fue donde por primera vez sentí miedo, porque algo muy grave debía estar pasando para mandar a todos y todas las escolares a sus casas.

Lógicamente el Centro donde yo trabajo o trabajaba  -ya no se muy bien que forma verbal utilizar- también cerramos la actividad con menores, siendo el 10 de marzo el último día con peques.

Esos días hasta el jueves 12 que nos comunicaron que a partir de la semana siguiente teletrabajaríamos desde casa, pase por muchos estados de ánimo:

- Esto es solo una gripe muy fuerte

- Al viernes 13, que entré en pánico, deseando llegar a casa y echar la llave.

De los nervios que tenía en el cuerpo, la maleta que me había llevado por la mañana para traerme todas las cosas que necesitaba para trabajar, se me rompió; las manos por los guantes con polvo de talco me dio tal alergia que estuve cerca de mes y medio largo con ellas en carne viva; cuando entré en mi casa rompí a llorar de impotencia pero sobre todo de nervios. Cuando llegó mi madre ni me acerque a ella por miedo a poder estar contagiada y poder enfermarla.

Ese fin de semana se declaro el Estado de alarma, un confinamiento domiciliario para todos y toda. Pero lo peor estaba por llegar, cuando tuvimos que poner a mi madre en una cuarentena de 14 días por estar con fiebres altas, vómitos y mucha tos.

Esos 14 días fueron los más angustiosos y horribles de mi vida, la ansiedad, los nervios y el miedo se me pegaron al cuerpo. Pero, también miedo a la muerte, miedo a que mi madre se pudiera peor y se la tuvieran que llevar a un hospital y no la pudiera ver.

Esos días se quedan para mi y para mi chico que me ha demostrado una vez más, lo mucho que me quiere y lo fuerte que puede llegar a ser. Yo me creía fuerte hasta esos días.

Dentro de todo lo malo, estaba contenta porque seguía trabajando, pero llegó el jueves 19 de marzo y me comunicaron que de teletrabajo nada de nada, y que mi centro y otro de la empresa en la que trabajo se iban a acoger a los ERTES que había aprobado el Gobierno. Después de un tiempo, no se como me puede sorprender el trato recibido, pero es que me sentí engañada porque yo iba a teletrabajar desde casa. ¿A cuento de que nos íbamos a un ERTE? Yo me había traído todo el material necesario para como mínimo trabajar hasta el día 26 de marzo; pero es que encima había firmado un papel en el que me debía comprometer con cumplir mis horas de trabajo y enviar mi trabajo diario. 

¿Quién no cumplió? ¿Quién no cumple? ¿Quién es uno de los pocos centros donde se trabaja con menores que no ha abierto sus puertas? Yo os puedo decir la respuesta, pero no quiero, haya cada uno o una con su conciencia, pero yo nunca trataría de esa forma a personas que siempre han dado la cara y trabajado hasta reventarnos física y emocionalmente, pero como diría Quevedo: Poderoso caballero es don dinero.

Lo que más me causa dolor de esos días es que una persona a la que adoro, perdió a su madre y, el no haber podido estar con ella, darla un abrazo o la mano, fue algo mucho más doloroso que cualquier otra cosa. Mi tía lleva más de 25 años a mi lado, cuidándome, protegiéndome, acompañándome, aconsejándome desde su gran aprendizaje que ha sido la universidad de la vida, y me fue muy triste no poder demostrarle en esos momentos lo mucho que la quiero, pero se que ella sabe que su familia la queremos y respetamos. Este pasado fin de semana la pude volver a ver después de 10 meses y fue un momento de mucha emoción, porque la echaba de menos. Por supuesto a mi tío y a mi rubio también, pero es que escuchar hablar a mi tía Zara es un no parar de aprender. Ella es uno de mis grandes referentes vitales, así que si en algún momento lees estas líneas, tía te quiero.

A esa primera semana le han seguido:

- No poder compartir la perdida de seres queridos de amigos que son familia.

- El retraso en el pago del ERTE que puso mi cabeza en un estado límite.

- Miedo a lo visto, a lo oído, a esas cifras de perdidas humanas que cada día cuando las veo caen como una losa.

- Ser testigo de como mi madre ha ido perdiendo la vista en esta maldita pandemia, debido a la mala gestión que se ha visto con mucha más claridad, después de décadas, dejando a la vista de todos y todas como la Sanidad en Madrid no ha sido una prioridad.

- Pena de no poder ver a mi familia.

- Soledad, de echar a las amigas de menos cada día, y todavía a día de hoy porque salgo muy poco salvo lo indispensable, y si he quedado con alguien ha sido por supuesto al aire libre.

- Tristeza de echar de menos "a mis locos y locas bajitas".

Pero pesar de todo lo horrendo, estos meses me han traído cosas inesperadas:

- Dejar de fumar, son casi 9 meses desde que me fumé aquel último cigarro en la terraza de mi casa. Un acto de salud pero sobre todo de amor, como bien sabe mi chico.

- Compartir lo peor con mi chico sin un solo roce, con mucho cariño, comprensión y amor. Haber tenido tiempo para nosotros ha sido un regalo; descubrir cosas nuevas como pareja; aficiones que compartir y otras que no; que bonito es sentirse parte de un equipo.

- Disponer de todo el tiempo del mundo para lo que siempre quería, es muy probable que tiempo de más, pero un tiempo en donde aprendo muchas cosas nuevas sobre mi, buenas y no tan buenas, pero día a día aprendo a convivir con ellas.

- Descubrir como os dije ayer los espacios de igualdad de Madrid y esos talleres vía zoom que me han dado vida.

- Haber sobrepasado mi reto eterno de leerme 40 libros en un año. Algunos o algunas lo veréis como excesivo, otros u otras como poco, pero estoy muy contenta de todas las historias que han pasado por mis manos.

- Recibir ese amor de gente que esperabas y de otras que no y te han sorprendido.

Son nueve meses que parece que estamos viviendo una película de terror, a la que le vienen una navidades no muy alegres de no poder compartirlas con nuestras familias, pero con la esperanza puesta en el horizonte de que tardaremos más o menos, pero saldremos de ésta y volveremos a abrazarnos.

Así que por favor seguir cuidándoos, sigue estando en nuestras manos proteger y salvar vidas.



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