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domingo, 17 de diciembre de 2023

Granada tiene un olor especial

Como os comenté antes del puente, después de varios años habiéndolo tenido que cancelar, nos fuimos mi chico y yo a Granada. Una ciudad que visité por primera vez con al menos 10 años y que casi 30 años después me ha enamorado, encandilado, gustado, pateado, paseado, disfrutado, comido...


Han sido cinco días que comenzaron con todos los atascos del mundo pero que puedo resumir como uno de los viajes de mis casi 40 primaveras. Yo no se si eran las ganas, el deseo de visitar sitios que había soñado mucho o el saber que iba a estar solas con mi chico, que los he vivido con mucha alegría, con muchos pasos en las zapatillas de andar, cansancio pero siempre con una sonrisa en la cara.

No hay nada como perderte por las calles de Granada y empezar a subir escaleras, cuestas y tener La Alhambra ahí arriba vigilándote de cerca, pensando en toda la historia que hay en ese enclave mágico. Y sino que nos lo digan a nosotros que el primer día el GPS del móvil nos indico mal y un trayecto de 30 minutos, tardamos dos en hacerlo :P eso sí, las risas, las vistas y ese olor tan bonito que tiene la ciudad no lo cambio por nada, sobre todo por la satisfacción de cuando corroboras que eres imbécil y que has andado más, no te importa porque el rato vivido ha merecido la pena.

Este post pensaréis que es un poco raro porque no os voy a subir mi álbum personal porque la verdad es que me apetece quedármelo para mí pero he visto y he sentido más de lo que esperaba.





Hemos visto en primera persona todos esos sitio que soñaba:

- Calle del Darro.

- La Catedral -pero por fuera, porque me niego a pagar-.

- El Mirador de San Nicolás, estaba más lleno que el Primark de Gran Vía en el puente de diciembre.

- El Sacromonte aunque no en su cima.

- El Albaicín.

- Ese barrio céntrico y estrecho de Granada.

- La Alhambra -hay madre mía un día me sentaré a contaros nuestra anécdota con las entradas-.

Vamos que como digo yo, no hay mejor forma de conocer una ciudad que pateándosela, y nosotros lo hemos hecho, y todos y cada uno de los caminos nos ha encantado.

Pero también ha sido un viaje especial porque pude ver dos de las casas de Federico García Lorca:

- La Huerta de San Vicente.


- La casa familiar de Valderrubio.


Y por supuesto desde que abrió sus puertas en el 2018, la casa original de Bernarda Alba.


Esa emoción contenida de estar en los sitios donde ese increíble dramaturgo se inspiró para escribir sus poesías y obras de teatro es algo que no os puedo explicar. Solo me sale dar las gracias a los guías tanto de la visita de La Huerta como de Valderrubio, por hacernos una visita tan cercana y humana, poniendo la obra de Lorca en el centro, sin olvidar su asesinato y lo vivido por su familia.

Cabe recordar que la familia García Lorca eran de dinero en aquella época y el alzamiento militar y la dictadura les trajo el asesinato tanto de su hijo como Federico como del marido de su hija que era el alcalde electo de Granada. La familia emigró y el padre jamás quiso volver ni difunto a esa "puta España" como él decía. En cambio, la madre si volvió, aunque no a Granada donde tanto había sufrido.

Estar en La Huerta y mirar desde la venta de la habitación de Federico es rememorar sus poemas, las cocinas tanto de La Huerta como de Valderrubio es pensar en esos personajes femeninos a los que daba vida, desde el respeto y la admiración.

Y ya que os digo de la anécdota del pozo de La casa de Bernarda Alba...


Cuando Federico iba a Valderrubio siempre quería ir a casa de su tía Matilde que vivía pared con pared de la casa de Francisquita Alba -en quien se inspiró Lorca para escribir la casa- porque le contaba las anécdotas del pueblo y porque su pozo era colindante al de la casa, en el cuál se metía Federico para escuchar las conversaciones de esas hermanas a las que no les daba la luz del día, cargando el peso de ser mujer en los pueblos de España, que era uno de los títulos originales de la obra.

Describiría estas visitas como muy emocionantes y sintiendo la obra de Federico palpitándome en la cabeza.


Ir a Valderrubio tenía una parada obligatoria, y desde aquí le doy las gracias a mi chico porque desde que le propuse ir al Barranco de Viznar donde centenares de personas fueron asesinadas por los fascistas y se dice donde fue ejecutado Federico, me dijo que sí, aunque el caminito en coche me hizo sudar lo mío, que queréis que os diga las alturas las llevo muy mal.


He visto muchos documentales y reportajes sobre ese lugar, pero nada como sentirlo en primera persona, el camino de silencio, ese viento que soplaba ese día y esa desazón y dolor que provoca pensar que en ese lugar tantas personas fueran asesinadas solo por sus ideas. Esos árboles con fotos de personas que fueron allí asesinadas, las placas en honor a ellos y ellas y como os digo ese silencio, creo que es de las congojas más fuertes que he sentido.

Soy defensora de la memoria histórica, porque no hay forma de seguir hacia adelante sino es devolviéndote los restos de aquellos seres queridos y queridas que mataron, porque son tuyos y tuyas y porque se tiene derecho a enterrarlos como uno o una quiera. Y ante eso, no hay juicio ni opiniones, solo hay verdad, justicia y reparación.

Y desde este rincón todo mi cariño a todos y todas las familiares que padecen estos dolores heredados y somos más las que os acompañamos y queremos que España haga justicia con vuestros familiares.

Siempre el referente más ilustrativo de esta lucha es Federico pero millares de personas fueron asesinadas como él, y creo que después de más de 80 años, se merecen la reparación que primero el franquismo y luego la democracia les debe.

Es muy difícil seguir este post después de Viznar, pero solo me sale emoción al hablar de este viaje, porque todas las expectativas que tenía puestas en él se han visto invadidas por lo disfrutado y sentido esos cinco días que ha durado. Y solo me salen sonrisas y pellizcos en el corazón, porque he sido feliz.


No me quiero olvidar de la gente de Granada en la que solo he encontrado gente educada y que han hecho de los días una delicia.

No me quiero olvidar de la comida, porque he comido muy bien con gusto y variedad.

No me quiero olvidar del olor que tiene Granada, tan especial y único.

No me quiero olvidar del hotel de Armilla en donde nos hemos alojado, El Ibis, con un personal super amable y con el bus al lado que te llevaba a la ciudad.

No me quiero olvidar de la mano de David con la mía en cada cuesta y escalera.

No me quiero olvidar del pis que eche en una carretera porque mi vejiga no podía más, así con un anochecer precioso.

No me quiero olvidar de aquel madrugón para ver La Alhambra.

No me quiero olvidar de esos amaneceres con besos y abrazos que tanto me gustan.

No me quiero olvidar de todas las emociones que he sentido estos días, gracias David por acompañarme desde hace casi 6.000 días en este camino que emprendimos juntos con muchas disputas en esos comienzos pero donde el amor y el respeto no nos falta.

Así que rinconeros y rinconeras, ir a Granada y vivirla, pasearla y disfrutarla porque realmente merece la pena.















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