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martes, 25 de abril de 2023

Uno de los momentos más vergonzosos de mi vida

¿Alguna vez habéis dicho la frase en alto de Tierra trágame?

¿Coño qué vergüenza?

Este martes os quiero compartir como terapia de la risa uno de los más vergonzosos que he vivido en mis 39 años.

Me tengo que trasladar a hace 20 años en uno de mis primeros trabajos, controladora del estacionamiento regulado -si, poniendo multas- por la zona de Cuzco, para ser más precisa en el triángulo de las bermudas como lo llamaba, con tres de los restaurantes más famosos y caros de Madrid.

Andaba por la calle Infanta Mercedes cuando un retortijón me recorrió de arriba a abajo, conocéis esa horrible sensación ¿Eh? Me moría ya no solo de la sensación de que me iba a cagar encima sino que sentía que el suelo se abría de tener que entrar sola en un bar y salir corriendo. La vergüenza siempre ha sido una piedra en mi mochila de la vida.

Llame a mi compañero del trabajo y le pedí por favor que me acompañará a tomar algo porque no me encontraba bien -no le iba a decir que me cagaba, aunque me imagino que tonto no era- y allí fuimos raudos y veloces a un bar de una de las calles donde estaba nuestra ruta de esa semana.

Os imagináis la escena: entró corriendo, de forma educada le pido una coca cola y como quien no quiere la cosa le preguntó por el baño. Bajo las escaleras a la velocidad de la luz -aunque esto me baila un poco, juraría que tenía escaleras-. Cierro la puerta, me siento y ahí llegó como yo denominó la tormenta perfecta: rayos, truenos, lluvia, mezclado con dolor y esa sensación de placer que te da cuando consigues sentarte en el baño. 

Como quien no quiere la cosa escucho una voz y al girar la cabeza, ahí estaba un bonito agujero que conectaba con el salón del bar, y no un agujero pequeñito donde meter un ojo, sino que se me veía casi toda la cabeza justo a la altura de donde estaba sentada. Claro mi primera palabra fue: Mierda y me agache corriendo, escuchando las risas de fuera, aunque fueran las cinco de la tarde, había más gente de la que me podía imaginar.

¿Qué hacía? No podía levantar la cabeza porque me verían, pero me tenía que limpiar. Cogí el móvil y así agazapada cual serpiente llamé a mi compañero y le conté por encima lo que pasaba, si bajaba a echarme una mano tapando el agujero.

Creo que no he salido de un bar más rápido en mi vida. Vi esa risa cabrona en la cara del camarero cuando me cobró, yo roja como un tomate y con ganas de matar, morirme, salir corriendo y por cierto no volver a cagar en mi vida. 

¿Qué mente más asquerosa tiene un agujero en la pared de su bar que da del baño al salón donde hay personas comiendo? 

Os imaginaréis que lo primero que hago cuando entro en el baño es:

1. Cerciorarme que no hay agujeros.

2. Comprobar que hay papel, porque para colmo ese baño repugnante no lo tenía, menos mal que siempre llevo clínex, porque si tengo que pedir papel creo que me habría dado un ataque de ansiedad.

Con los años y la madurez, lo he ido recordando con humor y con ataques de risa de por medio cuando comparto mi cara cuando me gire y vi el agujero.

MORALEJA DEL POST DE HOY:

1º Tener cuidado a los baños que vais.

2º Todo el mundo hace caca, tú no tienes la culpa de sentir ganas cuando estás fuera de casa.

3º Si te pasa algo como a mí pon una reclamación. Creo que jamás volví a pasar por la puerta de ese bar.

4º A modo de humor, llevar siempre pañuelos de papel en el bolsillo, que nunca sabes la falta que te van a hacer.

¿Tenéis alguna anécdota vergonzosa como la mía? ¿La compartís en este post?

Como sabéis hay tres vías:

1. Comentarios al final del post.

2. A través del email: detounpoquito@hotmail.es

3. En la Fanpage: Desde un rincón de mi habitación.

Besos rinconeros y rinconeras y recordar, cagar es vivir 

:) :) :) :) :)

2 comentarios:

  1. Ainss Natalia que ataque se risa me ha dado, nunca me lo habias contado, es una anécdota buenisima!! Y luego con ese arte que tienes cuando te expresas... Ainss me encantas😍

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  2. Muchas gracias por el comentario 😍 ¿Quién eres?

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