Después de ver el documental que os siento a estas horas del domingo y todo lo que he leído sobre la tutela de Britney Spears no me cabe la menor duda de que ésta es fruto de ser una mujer y esa certeza de que necesitamos la protección de un hombre porque por sí solas no podemos salir de una mala racha.
Es decir, no tenemos derecho a pasar por una etapa de descontrol, a beber como floreros, ni acostarnos con cuántos hombres nos vengan en gana... Britney no tuvo derecho ni a tener una depresión post-parto.
Su tutela es machista y para colmo sí tener derecho a nada, porque ella sufraga los gastos de personas que ella no ha decidido contratar. Por ejemplo hasta hace unos días, Britney ha tenido un abogado al que ha tenido la obligación de pagar 10.000 dólares a la semana cuando ella no le había contratado, todo un completo sin sentido.
Britney Spears lleva trece años bajo la tutela de su padre, Jamie Spears. No tiene control sobre sus finanzas ni potestad para tomar sus propias decisiones. En otoño de 2020, Azhar -el periodista- viajó desde Los Ángeles a Kentwood, Lovisiana, la ciudad natal de Britney para desenredar las complejidades que rodean su tutela. Para ello, el cineasta se metió de lleno en uno de los clubs de fans más apasionados por la cantante y creadores del movimiento #FreeBritney.
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