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viernes, 7 de noviembre de 2025

¿Que es un duelo?

Si buscáis en Google, define la palabra duelo como un proceso psicológico que se experimenta ante una pérdida significativa, ya sea la muerte de un ser querido, un divorcio, una mudanza o el fin de una etapa de la vida. Se caracteriza por emociones como la tristeza, el dolor, la ira y confusión, y requiere un tiempo para adaptarse a una nueva realidad. Los duelos tiene unas fases que no hay porque vivirlos en orden, pero si es importante transitarlos:

1. Negación

2. Ira

3. Negociación

4. Depresión

5. Aceptación

Buenos días rinconeros y rinconeras después de unos días de desaparición necesaria y autoimpuesta, hoy quiero sentarme a compartir con vosotros y vosotras cómo me siento hoy, que seguramente no es como ayer y no será como mañana.

El miércoles tuve una llamada telefónica importante para tomar una decisión que marca un antes y un después. Una decisión que jamás pensé tener que tomar pero mi vida, la convivencia en casa y el estado de mi madre, me ha hecho tomar conciencia de que hacerse mayor es esto, sentarse y tomar decisiones. Aunque algunas veces pueden que sean lo mejor, pero no dejan de doler en lo más profundo.

Antes de finalizar la llamada la trabajadora social me propuso una asociación para empezar a transitar el duelo con el que llevó conviviendo desde hace mucho tiempo. Un duelo en vida, monstruoso y que me hace ver como día a día la persona que más quiero se va deteriorando sin que yo lo puedo evitar y provocándome un dolor al que debo seros sincera no le puedo poner palabras.

En muchas ocasiones os he escrito sobre mi madre, a la que la debo todo. Y cuando digo todo, me refiero a todo, soy, existo, me desenvuelvo y tengo gracias a ella, su esfuerzo y el amor incondicional que hace más de 41 años la llevó a tomar la decisión que dice ella fue la más importante de su vida: ser mamá, mi mamá. Una madre presente, activa, combativa, cariñosa, exigente, dulce... una madre a la que yo he denominado muchas veces mi maestra en la vida. Sin ella jamás habría abierto los ojos en la vida a la belleza de los pequeños momentos, al zambullirme en el mundo de los libros o a encontrar el consuelo y el abrazo en ponerme a escribir en un papel. Una mujer a la que la vida no le dio las oportunidades de poder enseñar su inteligencia y cultura, pero a la que le dio la energía para ser una montaña de hierro en la que aguantar todos los golpes del viento, que en su caso, han sido muchos.

Muchas veces en las infinitas y maravillosas conversaciones que hemos tenido soñábamos como sería nuestro futuro. Ella me veía una mujer independiente en lo económico, fuerte, empática, culta y que nunca bajará los brazos ante las injusticias que veíamos. Yo la veía disfrutando de una jubilación que aunque lo económico no fuera muy grande debido a que una gran mayoría de los trabajos que tuvo no la quisieron dar de alta, estaría tranquila, leyendo, yendo al cine, viajando con el Imserso o disfrutando de la compañía de sus primas.

Pero todos esos sueños se han ido cayendo como un castillo de naipes desde hace 5 años cuando comenzó el Covid, y primero la vista, luego el corazón, para seguir con la circulación, el riñón y finalizar con el deterioro cognitivo que desde hace algo más de un año está siendo muy duro de gestionar, vivir y sobre llevar. Primero porque me enfada que ella esté viviendo esto. Segundo, porque me pone muy triste y me angustia el  no poder hacer nada ni ayudar a que eso vaya a más. Y tercero me agobia el pensar que por desgracia ese ciclo no finaliza sino que llegará un momento en que cuando me escuche la voz no me la reconocerá, y eso me provoca un dolor muy fuerte.

Llevo meses muy bloqueada, agobiada, enfadada, disgustada, llevando todo ese proceso desde el silencio, no con mi entorno más cercano el cuál se que no me suelta de la mano y con el que muchas veces pago todo lo malo que siento en el pecho. Y el miércoles cuando colgué la llamada sentí que todo ese dolor se me caía encima de la cabeza, me apretaba el pecho y no me dejaba parar de llorar, porque sí, quizás todo esto que me sucede es un duelo. Un duelo encerrado en lo más profundo del armario y que me ha llevado a tener ataques de ansiedad, diarreas, insomnio...

Un duelo el que no se si voy a ser capaz de afrontar, aunque se que por desgracia muchas personas viven los mismo que yo, pero a día de hoy, se me hace muy bola, y creo que estoy harta de disimular que estoy feliz. Porque sí tengo muchos ámbitos de mi vida que me provocan una gran felicidad, pero el dolor del deterioro de mi madre me provoca un dolor inmenso al que no le encuentro palabras, calma ni consuelo.

Están siendo unos días de golpe de realidad muy fuerte, como si me hubieran soltado de un avión sin paracaídas, siento como el vértigo en la boca del estómago no cesa y por desgracia no se en que momento me estrellaré y eso me tiene tan triste que por eso sinceramente no tengo ganas de sentarme por aquí a compartir nada de nada porque lo único que necesito es estar conmigo misma y por primera vez dejar que las emociones transiten por mí sin censurarlas, sin la exigencia que siempre me he auto impuesto de ser una mujer fuerte porque a día de hoy me siento rota.

Cuando era muy joven mi madre estuvo ingresada por unos episodios muy fuertes de ansiedad y el médico la dijo: señora usted es una muñeca de porcelana que se ha estrellado contra el suelo y se ha roto en muchos trocitos y ahora estamos en el proceso de ir uniéndolos poco a poco, con paciencia, amor y ayuda. No sé si seré esa muñeca rota pero sí que el dolor que me aprisiona no es algo que haya sentido nunca por eso necesito cuidarme, respirar y ponerme en manos de profesionales que me ayuden, porque este camino que comenzó es una carretera sin desvíos todo de frente y necesito saber gestionar los tiempos que tendré que estar al volante.

Así que rinconeros y rinconeras creo que solo vendré por este rincón cuando realmente me encuentre en condiciones y no seguir llendo con el piloto automático sin tener en cuenta lo que me pasa y siento.

Dejarme que despida este post sin dar las gracias primero a mi marido, a mi compañero, a mi amor por no soltarme de la mano nunca y hacerme sentir parte de un equipo en el que todo lo vamos a ir afrontando juntos. A mis compañeras de trabajo que esta semana están desde el respeto y el cariño conmigo y por supuesto a mis amigas de siempre, que me acompañan ya sea de forma presencial o por teléfono haciendo que no me sienta tan sola. Nuria, Lorena soy muy afortunada de teneros en mi vida, gracias por agarrarme fuerte. Irene siempre te siento conmigo amiga.

Un beso rinconeros y rinconeras, espero veros dentro de unos días con mejor ánimo. Este 7 de noviembre no me puedo despedir de otra forma que con una de las canciones nuevas de Rosalía que me lleva removiendo toda la mañana. Escuchar Lux y dejaros llevar por todas las emociones que provocan cada una de las canciones.



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