El tiempo es algo que asombra y asusta a partes iguales. En el día a día y dependiendo del momento personal que estemos viviendo, pasa muy lento, pero en el fondo es una película a cámara rápida en la que no dejan de sucederse fotogramas, nuestra vida.
No puedo poner palabras a lo que significa la canción con la que he comenzado este post de hoy. Ese disco de Antonio Orozco llegó de manera sorpresiva a mi vida de la mano de la que fue mi amiga Lara. Y ese disco me salvó de no perder la cabeza. El verano del 2003 fue horrible y cada día trato de recordarlo con menos dolor y culpa, aunque la maleta sigue ahí. Pero ese verano hubiera sido mucho peor si en mi Discman no hubiera tenido ese disco de Orozco, con el que llorar, abrazarme y decirme una y mil veces que me quería y que no era culpa mía.
Antes de ese horrible verano, en La Riviera de Madrid pudimos ver a Orozco en concierto, y el flechazo fue instantáneo. Esa voz, esa música, esas letras en las que verte reflejada a través de la poesía que sale de su boca. Al año siguiente le pudimos ver en la Plaza Mayor de Madrid en un concierto por las Fiestas de San Isidro.
Todos estos años su música ha sido imprescindible en mi vida. Pobre de mí, es un himno para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario