Me es muy complicado sentarme a escribir esta tarde, pero una mujer magnífica me dijo una vez: ¨Naty no hay nada mejor para el dolor que la rutina y la vida¨, y desde que me he levantado esta mañana no he parado de hacer cosas para mantener el cuerpo y la mente activa.
Pero me es imposible no sentarme hoy 27 de enero de 2018 y compartir que hace una semana nos dejo una mujer increíble: buena hija, esposa maravillosa, grandiosa madre pero todavía mejor abuela, y es que hace una semana y después de un mes muy duro, mi yaya partió a un sitio donde dicen que estará mejor y descansará, pero que duele, duele muchísimo.
Para quienes me conocen y para los que no sepáis ni cuál es mi cara, mi yaya era una de las personas más importantes de mi vida, una segunda madre, una cómplice perfecta, un ser noble, buena, generosa que desprendía y vivía la vida con dos cosas muy importantes: esa sonrisa tímida que siempre la acompañaba detrás de unos increíbles ojos y con amor. Un amor tan grande que nos está acompañando en estos días a quienes la queríamos y se nos caen las lágrimas cada vez que pensamos que ya no está, que no la volveremos a ver, ni a abrazar, ni a besar.
Queda el consuelo el pensar que si existe otra vida, que siento que para la buena gente como lo fue ella, sí, ahora en este momento debe estar con mi yayo juntos paseando por algún sitio donde él se agarra en una mano a su garrota y la otra la pone por encima de ella, mientras ella pasea y pasea para cansarlo y no salir a andar en días...
Porque así era mi yaya, una señora prudente, fuerte, con un carácter muy comedido pero que imponía sus decisiones sin ruido, sin despeinarse; coqueta, silenciosa pero siempre atenta a todo y tod@s, siempre atenta y pendiente de aquellos y aquellas a quiénes quería, con un corazón enorme que la he hecho aguantar hasta que el cuerpo la dijo que había que parar que ya llevaba mucho pasado en estos últimos años de su vida.
Desde que era pequeña, ella que siempre fue cristiana practicante, vamos que se santigüaba cada vez que pasará por delante de una iglesia, me decía que para ella fue una alegría llegar a los 33 años porque era la edad perfecta, porque en esas edad Cristo dio la vida por los demás. Y justo se ha ido a mis 33 años y eso me hace pensar que quizás en esta vida nada es casual, pero que por encima de todas las cosas, pese a la pena, a la ausencia, el dolor físico que siento en el pecho cuando pienso en ella, he tenido la gran suerte de vivir junto con ella 33 maravillosos años.
33 años en los que ella me intentó enseñar que con la prudencia se ganaba más que con el genio
... no aparentar lo que no eres ni sientes
... a expresar los sentimientos sin pudor
... a siempre saludar con dos besos y despedirme con los mismos
... aunque ella nació en otra época siempre la gustó que fuera para adelante, sin miedo y luchando por mis sueños, eso sí sin pisar cabezas, porque ni un cm. de su cuerpo sabía lo que era la maldad
... a amar y respetar a mi familia
... a querer y cuidar de mi madre
... a llevar siempre un peine en el bolso, porque la ponía muy nerviosa que en las fotos del colegio saliera despeinada :P ¨Naty hija, tú me dices de verdad que antes de hacerte la foto nadie te podría haber peinado¨
... a respetar, querer y acompañar a tu pareja, pero que está no te hiciera sentir mal porque sino no era amor
... a hacer unos spaguettis con tomate que se te cayerán los calcetines del gusto
... a intentar que aprendiera a coser, cosa que la pobre no consiguió, y eso que ella tenía unas manos de oro, vamos deciros que ella trabajó en su etapa de soltera haciendo los trajecitos a la muñeca de la época ¨Mariquita Pérez¨.
Y así un sin fin de cosas que ahora recuerdo con mucha pena porque la echo horrores de menos, pero que creo que el paso de los días, el tiempo y la compañía de las personas a las que quiero hará que cuando la recuerde lo haga con sonrisas y con pellizco en el corazón de amor, porque eso era ella, amor.
Ha sido un mes muy duro, porque aunque te digan que el final puede llegar no te entra en la cabeza que este pueda llegar, pero creo que debo dar las gracias a quienes me han acompañado y dado la mano tanto el fin de semana pasado como este mes previo, mostrando no solo su cariño sino ese amor que ella regalaba a todos y todas a los que quería.
Nada más que decir rinconer@s, solo que intentare volver a este rincón todos los días, si el trabajo y la rutina me lo permiten, pero me quiero despedir de este post con cinco cosas:
1. Gracias a la familia, que siempre está.
2. Te quiero mama, tú jamás estarás sola porque tú y yo somos una, una fuerza que puede con todo.
3. A mi chico gracias por haberme acompañado y estar pasando estos días conmigo, desde el cariño, el amor y el respeto al espacio que necesitó.
4. A los amig@s, que son pocos, pero que sin ellos, su compañía y sus abrazos todo esto sería mucho más horroroso.
5. A mis compañeras de trabajo por haber estado este mes y seguir estando a mi lado, sin preguntar y pendientes de lo que pueda necesitar, de verás sois un tesoro enorme.
Quiero decir adiós a este post con una foto que refleja el amor, el amor más puro y verdadero que era él que sentían mis yayos y el que mostraban sin pudor delante de cualquiera que estuviera delante de ell@s.
Hay lágrimas, muchísimas.
Hay dolor, emocional y físico, ahí clavado en el pecho.
Pero hay algo muy esperanzador, y es pensar que nos volveremos a ver yayos.
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