La serie que os siento este viernes raro, triste lluvioso y gris, debo admitiros que le di al PLAY porque en cualquier red social que me metía hablaban sobre ella: Adolescencia.
Una serie que podría denominar como magistral, ya no solo en lo actoral -que es bestial-, en la dirección, en el guion -que no te ves venir-, en la intra historia, sino en esos planos secuencia de los que muchos y muchas hablan y que a mí de siempre me han apasionado, porque te hacen sentir parte de la historia en esos momentos.
"El mundo de una familia se pone patas arriba cuando Jamie Miller, de 13 años, es arrestado y acusado de asesinar a una compañera de clase. Los cargos contra su hijo les obliga a enfrentarse a la peor pesadilla de cualquier padre".
Una serie que comienza muy fuerte con una tensión y agresividad que a mi me hizo sentir tensión en el estómago. Y en la que no se juega a descubrir cuál es la verdad, porque nos la muestra desde el primer momento, sino que nos pone delante de un espejo muy incómodo:
¿Cómo se están criando y educando nuestros y nuestras jóvenes?
¿Cómo una persona amable y dulce puede llegara cometer el crimen más atroz?
¿Cómo nadie se dio cuenta del contenido audio visual que estaba consumiendo el menor?
¿Qué responsabilidad tienen las familias y la sociedad que no está viendo venir un problema tan gordo y macabro?
¿Cómo se puede trabajar con esos menores capaces de matar?
¿Cómo podemos educar en los diferentes espacios donde están esos menores en la no violencia, el respeto, la tolerancia y la empatía?
¿Cómo alejar a los y las más jóvenes de esos discursos de odio que por negar, niegan hasta que la Tierra sea redonda?
¿Cómo proceder?
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