Recién aterrizada en Madrid en el mes de mayo del que a día de hoy puedo denominar el viaje de mi vida para ver a Take That en Nottingham, recibí un whatsap de mi primo Iván recomendándome la novela que os siento este lunes de mitad de octubre donde las lluvias y los grises van a acompañarnos toda la semana, sus palabras textuales fueron: "prima, aparca un rato tus lecturas feministas y lee este libro, que creo que te va a gustar".
"He aquí la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.
La historia de un soldado que se raja la piel para dejar salir la ceniza acumulada, de un poeta que cose la sombra de una niña tras un bombardeo, y de un maestro que enseña a sus alumnos a hacerse los muertos; de un general que duerme junto a la mano cortada de una santa, de un niño ciego que recupera la vista durante un apagón, y de una campesina que pinta de negro todos los árboles de su huerto; de un fotógrafo extranjero que pisa una mina cerca de Brunete y no levanta el pie en cuarenta años, de un gernikarra que conduce hasta el centro de París una camioneta con los restos humeantes de un ataque aéreo, y de un perro herido cuya sangre teñirá la última franja de una bandera abandonada en Badajoz.
He aquí pues la historia total de la Guerra Civil española y de una Iberia agonizante donde lo fantástico apuntala la crudeza de lo real; donde los anónimos miembros de un extenso clan de olivareros de Jándula cruzan sus destinos con los de Alberti, Lorca y Unamuno; Rodoreda, Zambrano y Kent; Hemingway, Orwell y Bernanos; Picasso y Mallo; Azaña y Foxá; donde lo épico y lo costumbrista se entrelazan para tejer un portentoso tapiz, poético y grotesco, bello y delirante".
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