Buenas tardes a todos y todas los que me leéis siempre, los y las que es la primera vez que me clickáis o los nuevos o nuevas seguidoras que hay en Facebook, para mi enorme sorpresa.
Han sido unas semanas de mucho trabajo y cansancio los que me han tenido alejada de este rincón tan mío y espero que vuestro. Pero muchas veces parar, tomar aire y centrarte en los que quieres y te importan son vitales para coger aire, tratar de descansar -aunque de momento no ha sido posible- y coger la mano de quien quieres con fuerza y sin nada más en la mente que ese momento.
Los últimos días de trabajo del año han sido muy intensos, con un carga fuerte pero cuando los vives en compañía de unos compis tan buenos como los que tengo, todo es mucho más fácil y llevadero. Eso sí, el día 23 llegué a casa pletórica de coger unos días de vacaciones que se me hacían imprescindibles.
¿Cómo van esas Navidades?
Las mías están siendo y seguirán siendo familiares, con la familia que te toca y la elegida. Días de comilonas, bolos, cines, llamadas de teléfono, llegadas de Papa Noel y sus regalos y, alegrías inmensas. La alegría inmensa que recibí ayer en lo laboral y que me tuvo como en una nube psicológica de emociones que hoy he comenzado a asumir y llorar, porque como dice Espinosa: Que bonito es romperse aunque sea a llorar. Llorar es sano y necesario, y no solo por cosas no muy buenas sino de sorpresa, felicidad y alegría como la que viví ayer.
Os acordaréis que hace un año deje el trabajo en el que había estado casi 7 años y medio para subirme a un tren que solo me ha traído vistas buenas, tés mágicos, momentos de alegrías, besos, chapuzones, abrazos y gente de la que me llevo un pedacito tierno y dulce de mi corazón. Hace un año sabía que me iba para hacer una sustitución de un año en otra ONG pero aunque tenía en el horizonte una plaza indefinida del mismo horario que tengo, ayer hice una entrevista -quizás la que yo sentí peor de mi vida- y a eso del mediodía me dieron la noticia de que una de las plazas era para mí!!!
Más horas, más responsabilidad, más salario... pero una inmensa alegría de haber conseguido mi propósito de conseguir una plaza indefinida en un sitio que en este año de contrastes donde mis tristezas y nervios han estado en picos muy altos, me he sentido respaldada, apoyada y acompañada.
Un día de enero que me guardo para mí, comienzo en mi nuevo puesto y el nuevo Centro, con nervios y expectación, pero alegría y amor, esa que trato de cuidar desde que era una niña que jugaba con las Barbies en mi habitación; o hacía karaoke silencioso con el walkman en mi cocina al son de Laura Pausini o la Década prodigiosa; esa niña que tenía muchos sueños pero según fue creciendo algunos los tuvo que aparcar y comenzó a ilusionarse con otros. Y desde hace unos años he ido cumpliendo y demostrándole aquella niña que fui que dejar de soñar significaría morir en vida.
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