La semana pasada durante la Fiesta del cine, a pesar de mis planes de poder escaparme todos los días, al final solo pude ir una vez, pero ésta mereció la pena por veinte películas que podría haber visto.
Desde que hace cosa de un mes en los Cines Dreams de Madrid vi el trailer de la nueva película de Iciar Bollaín, ya intuí que yo debía ir a ver esa película porque había como un imán atrayente que me hacia ir sin parar a descubrir la historia de ese olivo, y los sentimientos de una nieta por su abuelo.
Y claro la sorpresa que me lleve fue emocionalmente desbordante, porque tanto la historia como los personajes te invaden el corazón y hacen que sentimientos y emociones se desborden en un río sin fin de goce, disfrute y lágrimas. Y es que quien dijo alguna vez ¿Qué el cine no puede hacerte llorar? Más tanto y cuando lloras de la maravilla que acabas de ver y de los recuerdos que esa historia te hace evocar. Y no porque la película sea ñoña, sino porque el sello de esta directora es hacer historias reales, no alejadas ni la sociedad ni el mundo en el que vivimos.
Pero empecemos por el principio...
Alma tiene 20 años y adora a su abuelo, un hombre que lleva años sin hablar. Cuando el anciano se niega también a comer, la chica decide recuperar el árbol milenario que la familia vendió contra su voluntad. Pero para ello, necesita contar con la ayuda de su tío, una víctima de la crisis, de su amigo Rafa y de todo el pueblo. El problema es saber en qué lugar de Europa está el olivo.
La película no esconde en ningún momento la emotividad que lleva implícita, pero eso no significa que a cada uno o una le llegue de una forma. La película nos muestra como un Olivo milenario puede crear sentimientos tan fuertes como sus raíces arrancadas por algo que desgraciadamente mueve el mundo en el que vivimos, el dinero, puede romper.
Esa relación entre la nieta y su abuelo te llega dentro te toca, te cuestiona, te hace recordar, evocar y trasladarte a través de sus personajes a una época que por ejemplo en mi caso bailaba sobre los pies de mi abuelo, un baile eterno, o nos recorríamos todos los centros comerciales de ese momento la sección e coches, ruedas, tuercas o todo lo que llevará el sello de "chapucillas".
Hay lazos que por mucho que se poden o pasen los años no se pueden romper, y la relación entre el personaje de Ana y su abuelo es de una ternura y cariño infinito. Por otra parte vaya el papel de la chica, que nos regala un personaje fuerte, dominante, pero fiel y tierna capaz de desvivirse por solo volver a mirara su abuelo fijamente a los ojos, a pesar de que los de éste parezcan sin rumbo, sin sentido... ¿Por culpa exclusivamente de que se llevaran su árbol? Pues lógicamente no, pero y si éste le devolviera a ese ser que tanto amas la sonrisa por un segundo???
Yo os prometo que no lo dudaría y emprendería el mismo viaje de la protagonista en busca de la sonrisa y el brillo de luz de mi abuelo.
Personajes tocados por la cruda realidad de la crisis, porque las cosas ni se hablen, por la inmundicia que provoca el dinero... pero sobre todo y por encima de todas las cosas una película viva, llena de emoción y de magia, porque no hay mayor sentimiento que mueva al mundo como el amor. Y éste se desprende desde el principio de la película hasta la escena final.
Yo no os voy a engañar, lloré durante y mientras veía la película, pero es que hay cosas e historias que una ve que la mueve por dentro, y cuando una película te provoca pensar, cuestionarte y hasta emocionarte, que buena película es.
De nuevo Bollaín nos inunda en la pantalla que su particular y delicada forma de ver sus historias a través de los ojos de unos personajes que no se alejan para nada de nosotros mismos.
¿Os la recomendaría? Pues sin dudarlo, porque El Olivo inunda la sala con su amor, delicadeza, cariño y realidad.
Besos rinconer@s y hasta mañana :) :) :) :) :)
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